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1. El niño por sí solo no es capaz de limpiarse la nariz o no lo hace de la forma correcta.
Para un recién nacido, respirar por la nariz es fundamental. Basta pensar en el momento de la lactancia materna, cuando está ocupado succionando y tragando la leche. ¡En esta situación la congestión nasal es un verdadero martirio!
La nariz tapada también representa un problema para los niños más grandes; de hecho, estos no pueden sonarse la nariz solos hasta los 2 años de edad y tienen dificultad para hacerlo correctamente hasta pasados los 6-7 años. El exceso de moco producido a causa de la inflamación obstruye las vías respiratorias y puede generar complicaciones para la salud del niño, haciendo que se ponga nervioso e irritable con facilidad.

2. A causa de la secreción retronasal, la congestión nasal también puede provocar otras patologías, como tos y dolor de garganta.
La faringe y la laringe están muy cerca anatómicamente de la nariz del niño y por ello están estrechamente relacionadas. Esto puede determinar la aparición de enfermedades respiratorias secundarias, como tos y dolor de garganta. De hecho, los mediadores de la inflamación y los agentes agresivos (virus, bacterias, sustancias irritantes), al quedar atrapados en el moco en exceso, pueden llegar hasta la garganta y provocar una estimulación mecánica de la faringe y de la laringe, provocando una tos continua, así como inflamación y dolor de garganta.

Por razones muy similares, dada la proximidad también de los conductos auditivos a la nariz y la faringe, es posible que los virus y las bacterias se desplacen también hasta el oído, a causa de la congestión y el estancamiento de moco, pudiendo producir molestas infecciones como otitis y rinosinusitis.

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